Por: Monica Alejandra Bernal Cortez

Empezaría contando algo lindo, por ejemplo, cómo inicio mi día, describiría el paisaje que se ve desde mi casa, que estaba comiendo en ese momento, en fin …, pero sería restarle importancia a lo que realmente paso y de cómo me entere de tan triste, pero a la vez feliz noticia que ese día me contaron. Si, estaba en mi casa, y sí estaba comiendo algo…creo que pizza, y estaba con mi madre, quien empezaría a contarme un suceso tan increíble e irreal que pensé en ese momento que creí era una especie de cuento. Inicio diciendo que fue algo traumático y que la volvió un poco asustadiza, eso hizo que yo le prestara la suficiente atención, pues me encanta el terror y mas aun las historias de este tipo. Ya teniendo mi atención empezó con su relato… fue un viernes en la noche, en casa de su madre en el barrio los muiscas de la ciudad de Tunja, eran cerca de las 1130 de la noche mientras dormía en su cama justo al lado donde dormía su hija; ya llevaba un tiempo durmiendo pero algo inesperado sintió, se despertó y vio que en su cama a los pies cerca a la puerta se encontraba un hombre grande, vestido de negro de los pies a la cabeza, y usaba un sombrero que no le dejaba reflejar su rostro, ella muy impactada de lo que veía, pues no reconocía quien era y solo vivían allí su Madre y su hija quedo un poco inmóvil de cuerpo pero su corazón estaba que se salía.

No se sabe si fue el rostro que ella reflejo pero ese “señor” solamente le dijo “oye, en la mañana nos vamos”, a lo que ella titubeando intento responder mientras miraba a su hija de 4 años dormir tranquila en la otra cama junto a la suya…”yo sin mi hija no me voy”; al voltear de nuevo a ver al “señor”, noto que este ya no estaba, muy angustiada por lo que acaba de oír y ver, salto de la cama rápido y fue directo al baño, quizá creyó que estaba dormida y que solo fue un sueño, pero al refrescarse la cara con agua su rostro denotaba un tono pálido, tenia mas marcadas las ojeras, casi los ojos salidos de las cuencas, y una nariz aguileña que termino de espantarla. Cuando quito la toalla de su rostro grito tan fuerte que su madre se despertó y salió del cuarto corriendo a ver que sucedía al tiempo que ella se desvanecía en el piso. Luego de 3 días al abrir los ojos y ver paredes blancas, cortinas blancas y muchas maquinas conectadas a ella y de escuchar pitidos y gente hablando a su alrededor vestidos de batas blancas supo que estaba en un hospital, después de horas y horas hablando con las personas de bata blanca y de ver el rostro de su madre que, aunque feliz por el despertar de ella en su cara se reflejaba una cierta expresión de incertidumbre y temor…. Le dijeron que a partir de ese momento tendría que depender de un medicamento para vivir, un medicamento que tendría que aplicárselo diariamente, 3 veces al día, pues su cuerpo- el páncreas-había dejado de producir la insulina …. Fue ahí cuando recordó aquel hombre que estuvo cerca a sus pies esa noche y las palabras que le dijo…” en la mañana nos vamos” …. palabras que significaban que si ella hubiese seguido dormida quizá sus ojos nunca se hubiesen vuelto a abrir, y aunque han pasado ya 22 años de esa noticia y de ese cambio que abruptamente llego a su vida…. así me entere que aun no le tocaba la hora de partir…